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Uno de los tics culturales más persistentes de principios del siglo XXI es la reticencia de los estadounidenses a asimilar las malas noticias, por no hablar de prepararse para ellas.
Uno de los tics culturales más persistentes de principios del siglo XXI es la reticencia de los estadounidenses a asimilar las malas noticias, por no hablar de prepararse para ellas.