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Creo que poseo este valor: servir a Jesús. Estoy menos en paz que si mi objetivo fuera alcanzar una cátedra y una buena vida, pero vivo. Y eso me da una tremenda sensación de felicidad, como si uno escuchara música. Uno se siente desarraigado, porque se pregunta qué hay por delante, qué decisiones debo tomar... pero más vivo, más feliz que los anclados en la vida. A la deriva con ancla liberada.