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Una persona equilibrada se deprime, desanima, frustra y enfada a veces, pero no lo dirige hacia nadie. Si lo hace, enseguida se da cuenta de que ha cometido un error.
Una persona equilibrada se deprime, desanima, frustra y enfada a veces, pero no lo dirige hacia nadie. Si lo hace, enseguida se da cuenta de que ha cometido un error.