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  • La clase de gimnasia era, por supuesto, donde los chicos más fuertes y guapos eran nombrados capitanes y nos elegían a los bobos en último lugar. Y lo que es más importante, era donde las figuras de supuesta autoridad les permitían hacerlo. Olvidemos el trabajo que hicieron nuestros padres moldeando nuestras mentes y valores. Todo se vino abajo en cuanto nos pusimos aquellos trajes de gimnasia de poliéster granate.

    Ayelet Waldman (2013). “Bad Mother: A Chronicle of Maternal Crimes, Minor Calamities, and Occasional Moments of Grace”, p.92, Hachette UK