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En pocas palabras, hay que elegir entre dos combinaciones insatisfactorias: la integridad artística unida al compromiso espiritual; y la integridad espiritual unida a la banalidad artística o, peor aún, el arte comprometido en ambos aspectos. Ninguna de las dos opciones satisfará a quienes reconocen la necesidad fundamental de integridad tanto en la fe como en el arte.