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Todo escritor sabe que, a menos que hayas nacido dotado de una confianza suprema o de un ego desmesurado, entregar tu trabajo conlleva, en algunos casos, un terror confeso. Si eso es demasiado fuerte, al menos bastante ansiedad.
Todo escritor sabe que, a menos que hayas nacido dotado de una confianza suprema o de un ego desmesurado, entregar tu trabajo conlleva, en algunos casos, un terror confeso. Si eso es demasiado fuerte, al menos bastante ansiedad.