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A veces tenemos la tentación de ser ese tipo de cristianos que mantiene las heridas del Señor a distancia. Sin embargo, Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que dejemos de buscar esos nichos personales o comunitarios que nos protegen de la vorágine de la desgracia humana para entrar en la realidad de la vida de los demás y conocer el poder de la ternura. Cuando lo hacemos, nuestras vidas se complican maravillosamente y experimentamos intensamente lo que es ser un pueblo, formar parte de un pueblo.