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La tragedia es que muchos de nosotros vivimos una vida cristiana desesperada. Llega el domingo y obtenemos algo de fuerza, y luego perdemos algo el lunes; una buena parte desaparece el martes y nos preguntamos si nos queda algo. El miércoles todo se ha ido y entonces existimos. O tal vez nos refrescamos de otra manera, asistiendo a alguna reunión o conociendo a algunos amigos. Ése es el viejo orden de las cosas, ése no es el nuevo. El pone un pozo dentro de nosotros. No siempre estamos sacando de algún lugar exterior. El pozo, el manantial, sigue brotando de nuestro interior hacia la vida eterna.