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lugar donde el hombre ríe, canta, recoge flores, persigue mariposas y acaricia pájaros, hace el amor con doncellas y juega con niños. Aquí revela espontáneamente su naturaleza, tanto la vil como la noble. Aquí también entierra sus penas y dificultades y abriga sus ideales y esperanzas. Es en el jardín donde el hombre se descubre a sí mismo. De hecho, uno descubre no sólo su yo real, sino también su yo ideal... vuelve a su juventud. Inevitablemente, el jardín se convierte en el escenario de la alegría del hombre, de sus escapadas, de su abandono romántico, de su despertar espiritual o de la perfección de su yo más fino.