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Santa Teresa, como atestigua la Rota Romana, nunca cayó en pecado mortal alguno; pero aun así Nuestro Señor le mostró el lugar preparado para ella en el Infierno; no porque mereciera el Infierno, sino porque, de no haberse levantado del estado de tibieza en que vivía, al final habría perdido la gracia de Dios y se habría condenado.