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Hemos creado nuevos ídolos. El culto al antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha vuelto bajo una nueva y despiadada forma: la idolatría del dinero y la dictadura de una economía impersonal carente de finalidad verdaderamente humana. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone al descubierto sus desequilibrios y, sobre todo, su falta de preocupación real por el ser humano; el hombre se ve reducido a una sola de sus necesidades: el consumo.