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La tendencia contemporánea en nuestra sociedad es basar nuestra distribución en la escasez, que ha desaparecido, y comprimir nuestra abundancia en las bocas sobrealimentadas de las clases media y alta hasta que se atragantan de superfluidad. Si la democracia ha de tener amplitud de significado, es necesario ajustar esta desigualdad. No sólo es moral, sino también inteligente. Estamos desperdiciando y degradando la vida humana al aferrarnos a un pensamiento arcaico.