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Los hinchados e imponentes ómnibus, los enormes camiones, vagones y carruajes, los impetuosos coches de caballos y los más sobrios vehículos de cuatro ruedas, los carros tirados por ponis, los carros tirados por burros, los carros de mano y las bicicletas que se abren paso sin miedo en medio del tumulto, con pasajeros a pie que entran y salen, y cubren las aceras con su multitud, dan el efecto de un único organismo monstruoso, que se retuerce velozmente a lo largo del canal por el que había corrido en la figura de una inundación hasta que te cansaste de esa metáfora. Ahora eres una molécula de ese vasto organismo.