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  • Una actitud equivocada hacia la naturaleza implica, en alguna parte, una actitud equivocada hacia Dios, y que la consecuencia es una perdición inevitable. Durante mucho tiempo sólo hemos creído en los valores que surgen de un modo de vida mecanizado, comercializado y urbanizado: sería mejor que nos enfrentáramos a las condiciones permanentes en las que Dios nos permite vivir en este planeta.