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  • El arte en sí mismo es esencialmente ético, porque toda verdadera obra de arte debe tener una belleza o grandeza de algún tipo, y la belleza y la grandeza no pueden ser comprendidas por el espectador si no es a través del sentimiento moral. El ojo es sólo un testigo, no un juez. La mente juzga lo que el ojo le informa; por lo tanto, todo lo que eleva el sentimiento moral a la contemplación de la belleza y la grandeza es en sí mismo ético.