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Los estadounidenses son malos odiadores en los asuntos internacionales debido a su innato sentimiento de superioridad sobre todos los extranjeros. El odio de un estadounidense hacia un compatriota es mucho más virulento que cualquier antipatía que pueda despertar contra los extranjeros. Si los estadounidenses empiezan a odiar a los extranjeros de todo corazón, será un indicio de que han perdido la confianza en su propio modo de vida.