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De alguna manera prevalece la impresión de que el verdadero creyente, en particular el individuo religioso, es una persona humilde. La verdad es que la entrega y la humillación del yo engendran orgullo y arrogancia.
De alguna manera prevalece la impresión de que el verdadero creyente, en particular el individuo religioso, es una persona humilde. La verdad es que la entrega y la humillación del yo engendran orgullo y arrogancia.