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El pobre contribuyente puede limpiarse los zapatos en un felpudo de 3 dólares cuando vuelve a casa, pero no la Marina. Es, maldito sea el coste, con los pies por delante en un felpudo que te daría vergüenza embarrarte.
El pobre contribuyente puede limpiarse los zapatos en un felpudo de 3 dólares cuando vuelve a casa, pero no la Marina. Es, maldito sea el coste, con los pies por delante en un felpudo que te daría vergüenza embarrarte.