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Resulta tentador creer que las cosas malas le ocurren a la gente (sobre todo a los demás) porque Dios es un juez justo que les da exactamente lo que se merecen. Creyendo eso mantenemos el mundo ordenado y comprensible.... Pero [esta creencia] tiene una serie de graves limitaciones.... Enseña a la gente a culparse a sí misma. Crea culpabilidad cuando no hay base para ello. Y lo más inquietante de todo es que ni siquiera se ajusta a los hechos.