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Cuando en tal tristeza elevaba fervorosamente mi espíritu hacia Dios y encerraba en él todo mi corazón y mi mente junto con todos mis pensamientos y mi voluntad, presionando sin cesar con el Amor y la Misericordia de Dios, y no cesando hasta que me bendijera... entonces, después de algunas duras tormentas, mi espíritu atravesaba las puertas del infierno hacia el nacimiento más íntimo de la Divinidad, y allí era abrazado con Amor como un novio abraza a su querida novia.