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Jesús nos liberó de la religión. Jesús nos enseñó prácticas religiosas sencillas en lugar de grandes teorías. Los únicos pensamientos que Jesús nos dijo que vigiláramos eran los nuestros: nuestros propios pensamientos negativos, nuestros propios pensamientos violentos, nuestros propios pensamientos de odio, no los pensamientos de los demás.