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Creo que Dios ha inculcado en nosotros un anhelo, un deseo profundo de correr con Él en una aventura fantástica, y sin embargo muchos de nosotros nos arrastramos por la vida sin vislumbrar siquiera nuestra pasión oculta. Tiene que haber una razón para vivir. Tiene que haber un Camelot, una utopía oculta donde podamos descansar de nuestras campañas personales. La fantasía nos abre los ojos a un lugar mejor, una ciudad brillante que aún no conocemos. Y estas historias nos proporcionan un puente mental hacia esa ciudad mientras perseguimos horizontes que nunca podríamos distinguir con nuestros ojos físicos.