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Algo es gracioso, sobre todo, porque es verdad, y porque la velocidad de percepción de esta verdad supera nuestros estándares normales. Algo es gracioso porque se sale de nuestros límites aceptados de decoro. Algo es gracioso porque desafía nuestras expectativas. Algo es gracioso porque ofrece un respiro temporal de la dificultad de ver el mundo tal y como es. Algo es gracioso porque es capaz de sugerirnos amablemente que incluso la peor de nuestras circunstancias y pecados está sujeta a una eventual misericordia.