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Cuando descubrimos que los caminos de Dios siempre coinciden con nuestros propios caminos, es hora de cuestionarnos a quién estamos adorando realmente, a Dios o a nosotros mismos.
Cuando descubrimos que los caminos de Dios siempre coinciden con nuestros propios caminos, es hora de cuestionarnos a quién estamos adorando realmente, a Dios o a nosotros mismos.