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  • ¡Qué glorioso saludo da el sol a las montañas! Sólo por contemplarlo merece la pena mil veces cualquier excursión. Los picos más altos ardían como islas en un mar de sombra líquida. Luego los picos más bajos y las agujas captaron el resplandor, y largas lanzas de luz, fluyendo a través de muchas hendiduras y pasos, cayeron densamente sobre los prados helados.

    John Muir (1997). “Nature Writings: The Story of My Boyhood and Youth, My First Summer in the Sierra, the Mountains of California, Stickeen, Selected Essays”, p.351, Library of America