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Era una primavera sin voces. En las mañanas que antes palpitaban con el coro al amanecer de petirrojos, gavilanes, palomas, arrendajos, chochines y decenas de otras voces de pájaros, ahora no había ningún sonido; sólo el silencio cubría los campos, los bosques y los pantanos... Incluso los arroyos estaban ahora sin vida... Ninguna brujería, ninguna acción enemiga había silenciado el renacimiento de una nueva vida en este mundo asolado. La gente lo había hecho por sí misma.