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Todo hombre pensante, cuando piensa, se da cuenta de que las enseñanzas de la Biblia están tan entretejidas y entrelazadas con toda nuestra vida cívica y social que nos sería literalmente, no quiero decir figuradamente, sino literalmente imposible imaginarnos cuál sería la pérdida si se eliminaran estas enseñanzas. Perderíamos todas las normas por las que ahora juzgamos tanto la moral pública como la privada; todas las normas hacia las que, con mayor o menor resolución, nos esforzamos por elevarnos.