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En Estados Unidos, no estás obligado a ofrecer comida a los hambrientos ni a dar cobijo a los sin techo. No hay ninguna ordenanza que te obligue a visitar a los solitarios o a consolar a los enfermos. En ningún lugar de la Constitución se dice que haya que vestir a los pobres. De hecho, una de las cosas más bonitas de vivir en Estados Unidos es que no tienes que hacer nada por nadie. Pero cuando lo haces, das sentido y alma al concepto de comunidad... y desarrollas un sentido de propósito hacia algo más grande que uno mismo.