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Cuando he viajado arriba y abajo en nuestros barcos, o en mis viajes de coleccionista, y he reflexionado que a cada tipo brutal, repugnante, mezquino y de baja vida que he encontrado, nuestras leyes le han permitido convertirse en déspota absoluto de tantos hombres, mujeres y niños como haya podido engañar, robar o apostar el dinero suficiente para comprar, cuando he visto a tales hombres en posesión real de niños indefensos, de chicas jóvenes y mujeres, ¡he estado dispuesto a maldecir a mi país, a maldecir a la raza humana!