Nuestra política y nuestra ciencia nunca han dominado el hecho de que las personas necesitan algo más que comprender su obligación mutua y para con la tierra; necesitan también el sentimiento de dicha obligación, y el sentimiento sólo puede surgir dentro de los patrones de la familiaridad. Una nación de nómadas urbanos, como en la que nos hemos convertido, puede simplemente ser incapaz de perturbarse lo suficiente por su destrucción de la salud ecológica de la tierra, porque la dependencia de la gente de la tierra, aunque se les haya explicado una y otra vez en términos generales, no es inmediata a sus sentimientos.