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Aunque los negros estén alimentados, vestidos y alojados, y aunque el campesino irlandés esté hambriento, desnudo y sin techo, el mero nombre de hombre libre -el señorío sobre su propia persona, el poder de elegir y la voluntad- son bendiciones que van más allá de la comida, el vestido o el cobijo; poseyéndolas, la carencia de todas las comodidades de la vida es, sin embargo, más tolerable que su pleno disfrute sin ellas.