Autores:
  • En el mundo cerrado del gineceo, a pesar de los jardines y parques que se extendían más allá del horizonte, a pesar de los muros infranqueables que separaban pabellones y palacios, la enmarañada red de nuestro destino era ineludible. ¿Por qué estas mujeres se amaban hasta la locura? ¿Por qué se aborrecían con tanta vehemencia, y por qué enemigos acérrimos sentían tal horror y fascinación el uno por el otro? Porque el amor y el odio eran las dos cabezas del demonio.