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Estaba cansado de la vida de un forajido. He sido cazado durante veintiún años. He vivido literalmente en la silla de montar. Nunca he conocido un día de paz perfecta. Era una larga, ansiosa, inexorable y eterna vigilia. Cuando dormía era literalmente en medio de un arsenal. Si oía ladrar a los perros con más fiereza que de costumbre, o las patas de los caballos con mayor volumen de sonido que de costumbre, me ponía en pie de guerra. ¿Tienes idea de lo que debe soportar un hombre que lleva una vida así? No, no puede. Nadie puede a menos que la viva por sí mismo.