Podemos deambular por los abultados anaqueles de la Biblioteca de Alejandría, donde se reúnen toda la imaginación y el conocimiento; podemos reconocer en su destrucción la advertencia de que todo lo que reunimos se perderá, pero también de que gran parte de ello puede recogerse de nuevo; podemos aprender de su espléndida ambición que lo que fue la experiencia de un hombre puede convertirse, mediante la alquimia de las palabras, en la experiencia de todos, y cómo esa experiencia, destilada una vez más en palabras, puede servir a cada lector singular para algún propósito secreto y singular.