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La vida es preciosa. No porque sea inmutable, como un diamante, sino porque es vulnerable, como un pajarillo. Amar la vida significa amar su vulnerabilidad, pidiendo cuidado, atención, guía y apoyo. La vida y la muerte están conectadas por la vulnerabilidad. Tanto el niño recién nacido como el anciano moribundo nos recuerdan la preciosidad de nuestras vidas. No olvidemos el valor y la vulnerabilidad de la vida cuando seamos poderosos, exitosos y populares.