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  • Después de pasar tres semanas en China y Tíbet, estoy convencido de que, a menos que Estados Unidos se ponga las pilas, nuestros nietos vivirán en un mundo dominado por la República Popular. China es sencillamente inexorable en su búsqueda de riqueza, crecimiento y poder. Poco le importan los derechos humanos, la democracia, la protección laboral, las normas de comercio justo o el medio ambiente. Es implacable en la promoción de sus intereses nacionales.

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