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Es la ignorancia la que a veces resulta incomprensible para el sabio; por ejemplo, puede que no vea a "la persona positiva" o a "la persona negativa" en blanco y negro, como hace mucha gente. Un sabio puede no entenderlo porque, como catalizador de la sabiduría, pero no sabio a sus propios ojos, incluso él puede aprender de los necios y devolverles lo aprendido. Pensar que un individuo no tiene absolutamente nada que ofrecer es, en contra de la intuición, lo que el sabio considera "la ignorancia de la desesperanza".