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Algo muy hermoso le ocurre a la gente cuando su mundo se ha venido abajo: una humildad, una nobleza, una inteligencia superior emerge justo en el momento en que nuestras rodillas golpean el suelo. Quizá, en cierto modo, sea ahí donde se encuentra ahora la humanidad: a punto de descubrir que no somos tan listos como creíamos, que la vida nos obligará a renunciar a nuestros ataques y defensas que no nos sirven de nada, y a abrirnos paso finalmente hacia la belleza colectiva de lo que realmente somos.