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Dame un cielo azul despejado sobre mi cabeza, y el verde césped bajo mis pies, un camino sinuoso ante mí, y tres horas de marcha hasta la cena... ¡y luego a pensar! ... Empiezo a sentir, a pensar y a ser yo mismo otra vez. En lugar de un silencio torpe, roto por intentos de ingenio o aburridos lugares comunes, el mío es ese silencio imperturbable del corazón que es la única elocuencia perfecta.