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Jesús no da una explicación para el dolor y la tristeza del mundo. Llega allí donde el dolor es más agudo y lo asume. Jesús no explica por qué hay sufrimiento, enfermedad y muerte en el mundo. Él trae la curación y la esperanza. No permite que el problema del mal sea objeto de un seminario. Deja que el mal se ensañe con él. Lo agota, drena su poder y emerge con nueva vida.