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Se avecina una crisis del petróleo, los precios se disparan... y nuestro presidente ensalza las algas. Después de Solyndra, Keystone y las promesas de algas en sus depósitos de gasolina, los estadounidenses perciben a un presidente tan ideológicamente antipático a los combustibles fósiles -que poseemos en asombrosa abundancia- que no se toma en serio en absoluto el mundo real del petróleo en el que vivimos el resto de nosotros.