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Se ha observado antes que las imágenes, por bellas que sean, aunque fielmente copiadas de la naturaleza, y tan fielmente representadas en palabras, no caracterizan por sí mismas al poeta. Se convierten en pruebas de genio original sólo en la medida en que son modificadas por una pasión predominante; o por pensamientos asociados o imágenes despertadas por esa pasión; o cuando tienen el efecto de reducir la multitud a la unidad, o la sucesión a un instante; o por último, cuando se les transfiere una vida humana e intelectual desde el espíritu del poeta.