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  • Nunca hasta este día la vida perturbó la densa eternidad de quietud sin alegría; nunca el canto de la alondra, o el grito premonitorio del pájaro de tormenta, o el grito del aguilucho, hicieron vital la espesa niebla. La luz misma no es más que un extranjero que no encuentra acogida

    Hartley Coleridge (1851). "Poemas", p.290