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Hay un temor virtuoso, que es efecto de la fe; y hay un temor vicioso, que es producto de la duda. El primero conduce a la esperanza, como confianza en Dios, en quien creemos; el segundo inclina a la desesperación, como no confianza en Dios, en quien no creemos. Las personas de un carácter temen perder a Dios; las personas del otro carácter temen encontrarlo.