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Pero me gustaría pensar por un momento en un hombre que por la mañana enseña a sus alumnos que una atribución falsa de un dibujo de Watteau o una transcripción inexacta de un epígrafe del siglo XIV es un pecado contra el espíritu y por la tarde o por la noche transmite a los agentes de la inteligencia soviética información clasificada, tal vez vital, que le han dado bajo juramento sus compatriotas y colegas íntimos. ¿Cuáles son las fuentes de tal escisión? ¿Cómo se enmascara el espíritu?