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La mayoría de nosotros sigue creyendo en el valor intrínseco de la naturaleza, pero creo que el primer siglo del movimiento ecologista y conservacionista ha demostrado con bastante claridad que este valor no puede impulsar un cambio en toda la civilización hacia un comportamiento y unas empresas sostenibles cuando se compara con las urgentes necesidades económicas y sociales de 7.000 millones de personas, la mayoría de las cuales luchan por salir de la pobreza.