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América podría llevar a cabo una guerra de dos años mediante la confiscación de los bienes de los desafectos, y ser feliz con su expulsión. No digáis que esto es venganza, llamadlo más bien el suave resentimiento de un pueblo sufriente, que, no teniendo otro objeto en vista que el bien de todos, se ha jugado el todo por el todo en un acontecimiento aparentemente dudoso. Sin embargo, es una locura argumentar en contra de la dureza decidida; la elocuencia puede golpear el oído, y el lenguaje del dolor sacar la lágrima de la compasión, pero nada puede llegar al corazón que es de acero con prejuicios.