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Los libertarios no son las luces más brillantes del candelabro, un hecho que resulta evidente por las alternativas que suelen ofrecer a la prevención pública de los abusos privados. Por ejemplo: si no te gusta trabajar cien horas a la semana por veinticinco céntimos al día, ¡búscate otro empleador! Es obvio para la gente inteligente, si no para los libertarios, que los empresarios más generosos se venderán a sí mismos fuera de un mercado cuyas normas son establecidas por los más rapaces.