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También llegué a ver que el optimismo superficial del liberalismo respecto a la naturaleza humana le hacía pasar por alto el hecho de que la razón está oscurecida por el pecado. Cuanto más pensaba en la naturaleza humana, más me daba cuenta de que nuestra trágica inclinación al pecado nos lleva a utilizar la mente para racionalizar nuestras acciones. El liberalismo no supo ver que la razón por sí misma es poco más que un instrumento para justificar los modos de pensar defensivos del hombre. La razón, desprovista del poder purificador de la fe, nunca puede liberarse de distorsiones y racionalizaciones.