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Los días de la vida se consumen, uno a uno, sin un objeto más allá del momento presente; siempre huyendo del hastío de éste, pero llevándolo con nosotros; eternamente en pos de la felicidad, que se mantiene eternamente ante nosotros. Si la muerte o la bancarrota nos sacan del círculo, es asunto del zumbido de la tarde, y se olvida por completo a la mañana siguiente.